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La Colmena

Todo comienza con un frenesí sexual, una nube de unos cuatrocientos zánganos vibrando de excitación el día del vuelo nupcial. Hace cinco días que nació la nueva abeja reina y está lista para salir de la colmena por primera y única vez. A los zánganos, que hasta entonces han vivido a expensas de las demás, por fin les ha llegado el momento de hacer lo que nacieron para hacer.  La reina se asoma por la piquera y la primavera irrumpe en sus ojos. Entra y sale repetidas veces para asegurarse de poder encontrar el camino de regreso y cuando está lista se lanza en un vuelo vertical hacia el cenit perseguida por  un huracán de zánganos. Los más débiles se fatigan y rezagan pronto pero los fuertes le siguen el paso probando que son genéticamente más aptos para reproducirse que sus hermanos. Finalmente uno atrapa a la reina en un abrazo y juntos ascienden en un baile espiral. Un minuto después el abdomen del zángano se abre y cae muerto desde las alturas. Sus genitales se desprenden y quedan insertados en la reina como un tapón que mantendrá su esperma dentro hasta que otro zángano lo remueva para dejar el propio. Al final, la reina se acopla con unos siete machos para asegurar una mayor diversidad genética en la colonia y agotada vuelve al nido en el que permanecerá el resto de su vida.

De ahora en adelante su labor de madre será ardua, tiene la responsabilidad de controlar la población del panal y, maravillosamente, pondrá obreras, zánganos o una reina según las necesidades de la colonia. Las abejas nodrizas, que elaboran la jalea real con la que alimentan a los pequeños,  cuidarán de estos huevos por veintiún días hasta que de los hexágonos de cera sellados emerja una nueva abeja  pequeña, blancuzca, torpe e inofensiva. De los casi ochenta mil individuos que puede llegar a tener una colmena la mayoría son abejas obreras, hembras pequeñas e infértiles que vivirán un promedio de ochenta y cinco días dependiendo de la temporada del año y la actividad que realicen. Según su edad las obreras tendrán diferentes labores a su cargo. Antes de cumplir 21 días se ocuparán de la colmena, serán limpiadoras, nodrizas, guardianas, cereras o las ventiladoras que se encargan de generar una corriente de aire con las alas para mantener la temperatura del panal y deshidratar el néctar. Sin embargo, después de los 21 días las glándulas que producen la cera se atrofian y deben de salir de la colmena a ayudarles a sus hermanas en las labores del pecoreo, esto es recolectar néctar, polen, propoleo y acarrear agua.

En una mañana cualquiera las abejas obreras salen por la piquera a buscar flores. Encontrar una fuente de alimento puede ser un reto pues estas cambian según las floraciones de la zona. Cuando una abeja encuentra comida vuelve a la colmena y bailando le indica a sus compañeras el ángulo con respecto al sol y la distancia a la que se encuentra. La abeja succiona el néctar de la flor (que tiene una alta concentración de agua y azucares) y lo guarda en su buche para transportarlo al panal en dónde es sometido a un proceso de deshidratación hasta que alcanza el 18% de humedad y se convierte en miel. El polen, por otro lado, contiene las sustancias grasas, minerales y proteínas que nutren a las abejas y por eso es que cuando las flores comienzan a producir polen las abejas inician a su vez su temporada de cría. El polen es depositado en el panal con una serie de enzimas y tras un periodo de fermentación se convierte en lo que conocemos como pan de abeja.

La miel es el tesoro de la colmena, codiciado por la mayoría de las criaturas del mundo por su dulzura y sus propiedades altamente alimenticias y medicinales. Como es antibacteriana y antiséptica ayuda a cicatrizar y prevenir infecciones, también es un conservante natural potente gracias a su alta concentración de azúcar y baja humedad. Al cuerpo de Alejandro Magno, por ejemplo, lo trasladaron sumergido en miel desde Babilonia hasta Alejandría en el 323 a.c. para evitar su descomposición. A lo largo de la historia la miel fue un artículo alimenticio de sobrevivencia por muchos siglos, los antiguos egipcios y los griegos se referían a esta sustancia como un producto sagrado y los mayas consideraban a las abejas como símbolo de fertilidad y abundancia. Cualquier observador atento puede ver que las abejas son criaturas especiales, no solo trabajan arduamente por su colmena sino que al hacerlo contribuyen enormemente a la salud de la naturaleza y sus habitantes. Éstos pequeños seres alados mantienen una relación simbiótica no con otra especie sino con el planeta mismo, no hay muchos organismos que puedan presumir de jugar un papel tan importante para la salud global.

Llegado el momento la reina comienza a sentir que las fuerzas la abandonan, la muerte la acecha y ella se prepara para recibirla poniendo un cacahuate o un huevo de una nueva abeja reina. Dieciséis días después nace la nueva madre del panal y pasará los siguientes cinco días llenando el ambiente con sus feromonas a fin de que la reconozcan como la nueva monarca. Luego, lentamente, baja a la piquera y se asoma por primera vez al mundo exterior. La primavera irrumpe en sus pupilas mientras una nube de zánganos la aguarda para consumar el día más importante de su vida, el día de su vuelo nupcial.

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