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Bienvenidas abejas

Bienvenidas abejas

Bienvenidas hermanas

¡Qué placer escucharlas zumbar entre la selva!

Sabemos que su viaje fue pesado y escabroso pero era necesario. Para llegar al paraíso a veces hace falta pasar por algún tipo de purgatorio.

Se preguntarán porqué las trajimos hasta aquí, porqué las convocamos a ésta selva.

La respuesta es sencilla: estamos perdidos y ustedes tienen la clave.

Nosotros, los hombres y las mujeres, hemos olvidado que en el universo el que pierde el equilibrio desaparece. Nuestros intereses propios y nuestra importancia personal nos han alejado del núcleo, del eje inmóvil sobre el cual gira el cosmos, y estamos a punto de ser expulsados.

Por eso, hermanas, les pedimos que sean nuestras maestras, que nos muestren con su ejemplo cómo vivir en comunidad, en un organismo en donde cada miembro hace lo necesario para que el grupo subsista, en una convivencia armónica consigo misma y con la naturaleza.

Porque ustedes, hermanas, maestras, saben que el hogar no termina en los límites del panal, sino que se extiende más allá de lo que conocemos e ignoramos y llevan una relación simbiótica con el planeta.

Nosotros necesitamos su ejemplo, aprender que la verdadera abundancia no nace de la ambición y la avaricia sino de la cooperación y el fluir con los ciclos naturales. Primero eso, hermanas, necesitamos urgentemente ser sus discípulos.

La segunda razón por la que las trajimos es precisamente por su mágica conexión con la naturaleza.

Nuestras herramientas avanzan más veloces que nuestra conciencia, nuestra tecnología tiene la capacidad de destruir el mundo que conocemos pero carecemos de la compasión y el sentido común para no hacerlo, somos como un niño que juega con una pistola.

Vivimos encandilados por el teatro que construimos, por el fuego que avivamos con los recursos del planeta y aunque sabemos que cuando la leña se termine también se terminará el fuego, seguimos tirando árboles para alimentar la hoguera. El humano está aplastando al mundo con las toneladas de su ego y ustedes, aladas hermanas, tan ligeras que se posan en las flores sin despeinarlas, tienen la fuerza para afianzar algunos de los pilares que sostienen la vida.

Las convocamos a ésta selva, a éste paraíso en el que ahora despiertan, porque necesitamos que nos ayuden a conservarla, que vayan zumbando y beban del Chechen, del Tajonal, del Xtabentún de cada flor, de cada árbol, de todo matorral, para que se impregnen y fecunden y sean mensajeros de la fertilidad, el órgano a través del cual la selva se hace el amor. Porque al final, hermanas aladas, maestras ligeras, su quehacer es una tarea amorosa.

La tercera razón es la miel, su sagrado alimento. Sucede que de entre todas las criaturas que moran en la tierra somos la única que consume veneno a voluntad. Nos envenenamos con conservantes, colorantes, saborizantes, pesticidas, hormonas. Hemos olvidado que la salud no se alcanza teniendo a mano un botiquín bien surtido sino por la elección de hábitos adecuados. Por eso pedimos, hermanas, aladas amigas, a cambio del espacio y la selva que ponemos a su disposición, nos permitan cosechar un poco del oro de sus panales, para así contribuir a transformar el hábito de nuestra alimentación y la fórmula de nuestra medicina. Porque una nutrición apropiada no solo hará que nuestros cuerpos funcionen adecuadamente sino que nuestra mente tendrá claridad y nuestro espíritu podrá estar más en sintonía con nuestro mundo y el suyo, que es el mismo hermanas. Así, ustedes al poner su granito de polen nos facilitan poner nuestro granito de arena.

Las hemos convocado aquí, amigas abejas, para que se nutran y se nutra la selva y para que al hacerlo nos nutramos también nosotros. Queremos ser mejores humanos y participar en la nueva toma de conciencia, ser parte integral del nuevo orden que viene a substituir al que ya se desploma porque no puede sostener su propio peso. Queremos preparar el camino para un nuevo mundo, uno que sea más como el suyo, un mundo colmena y nadie mejor para mostrarnos el camino que ustedes, ligeras maestras.

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